martes, 14 de agosto de 2007

Burla sagrada y burla infame…

Compungido, con la bronca expresada con la suavidad que los caracteriza y con la misma mala intención que también los identifica, el cardenal colombiano Pedro Rubiano, asistente a la XXXI Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano, sale a expresar públicamente “que el presidente Álvaro Uribe abrió su espacio para que Rodrigo Granda – representante de las FARC-EP- saliera del país, “gracias a la gestión de los obispos” y en ese mismo momento son asesinados los 11 diputados en un hecho que causó la repulsa del mundo.

“Me siento burlado” dijo el prelado, haciendo uso de su histórica mala memoria y omitiendo la declaración de Uribe cuando histéricamente salió a anunciar que “procederemos al rescate de los retenidos, a sangre y fuego”.
Confieso que nosotros nos sentimos tan burlados como él, con lo cual vemos que hay dos tipos de burlas, una sagrada, la otra infame, en fin…

Y no quedó ahí el discurso hipócrita del cardenal, ya que justificó al presidente, diciendo que éste liberó a algunos insurgentes como un gesto de apertura y luego acusa directamente a la guerrilla del asesinato y de la no devolución de los cadáveres, y de paso se lanza, subrepticiamente, contra Cuba agregando que Rodrigo Granda se encuentra “acogido” en la isla.
Desmemoriado, se olvida de discurrir que en los planes de rescate ordenados por el presidente, participan paramilitares y fuerzas del Estado, pero ello evidentemente es un detalle menor…

Luego volvemos al tema del silencio que no hace mucho tocamos públicamente, un silencio cómplice, genocida, aberrante y nos toca a quienes todavía tenemos buena memoria, invitar a un ejercicio de mantenimiento, porque los momentos actuales y la estupidez circundante así lo exigen.

La Iglesia colombiana, la misma que cerró su bocaza cuando asesinaron a Camilo Torres y la sigue cerrando hoy respecto a tantos temas que involucran directamente al presidente y a sus secuaces mal vivientes, no se siente burlada frente a los desesperados intentos de financiamiento de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, imperiosamente necesarios, para proteger la vida de más de 40 familiares amenazados por los paramilitares.

¿No podrán donar un diezmo de la recaudación dominical o de la dieta enviada por el Vaticano, o las empresas colombianas inclusive, ni qué hablar de los carteles narcos, para colaborar con esa gente antes de que sea tarde y pasen a engrosar la lista de los asesinados, bajo el régimen de un presidente que “realizó una apertura” en “pro de la unidad de los colombianos”?

¿No se sienten también burlados, porque realmente ellos no lo ignoran, que el presupuesto para los “reinsertados” es mucho mayor de 200 mil millones de pesos anuales?

¿Qué sintió la Iglesia cuando hace pocos días la abogada Patricia Fernández Acosta, quien representa a familiares de las víctimas de Jorge 40, fue seguida por gente armada cuando salía del Palacio de Justicia de Barranquilla?

¿Y qué nos dicen cuando leen la noticia de la denuncia de la Fiscalía en Putumayo, contando como un grupo de ¿hombres? armados intimidaron a varios campesinos que iban a cumplir una tarea terrible: abrir las fosas donde las bestias tenían enterradas a sus víctimas?

¿Y qué siente esta gente hoy reunida en Asamblea Episcopal, cuando recorre el mundo la noticia que ¿hombres? en taxis y motos se disfrazan de “indigentes”, en un absurdo carnaval de sangre, para perseguir a los familiares de los siete desaparecidos en marzo del 2000, miembros del CTI de la Fiscalía; persecuciones que realizan para evitar que los familiares asistan a las audiencias por el caso Jorge 40?

¿No es una burla para el cardenal y compañía la violación de una niña, en Aracataca, precedida por la amenaza dirigida contra su abuela, con el fin de que tampoco asistiera a las audiencias?
¿Ni siquiera merece condena moral de los miembros de la Iglesia semejante aberración?

Hablamos de una violación, cardenales, atención, callar esto es igual a la complicidad…

¿Y qué puede decirnos la Iglesia colombiana cuando se amenazaron a los alumnos de dos colegios de Medellín para que fueran a la manifestación de apoyo a “Don Berna”?

¿También estaban en claustros, los prelados, cuando ex secuaces de Berna atacaron verbalmente a una de los miembros principales de la Comisión Nacional de Reconciliación y Reparación: Ana Teresa Bernal?

Claro, la señora cometió la “herejía” de oponerse a un acto simbólico en el que “desmovilizados” iban a abrazar a las madres de sus víctimas.

No hubo cardenal que se sintiera burlado entonces… Mucho menos ofendidos o preocupados.

Estos días, quienes recibimos noticias de la caótica y desesperante situación colombiana, sentimos el frío del horror recorriéndonos cuerpo y corazón.
El Tiempo, diario colombiano y no precisamente aliado, ni vinculado, ni colaborador de la insurgencia, sino funcional a los gobiernos de turno, publicó la foto terrible de
Juan Carlos de la Cruz Mozo, alias el “Profe”, experto en descuartizamiento y supuestamente buscado por las autoridades -lo que de ser cierto nos obliga a hacernos una pregunta ¿se habrá quedado con el “vuelto” de algún mandado…?-
Porque ya sabemos que esos tienen impunidad absoluta en Colombia.

Este individuo, de 34 años, era uno de los “profesores” especializados en el arte de descuartizar, supuestamente “desmovilizado” del frente “Sur de Putumayo” de la organización paramilitar.
La foto del asesino aparece en el diario y parece ser que fue recuperada del celular de un paramilitar capturado…
No hubo Iglesia que alzara la voz contra este asesino, experto además en la tortura, y quien muchas veces actuaba hasta sin cobrar por sus “servicios”
Lleva tatuado, en su brazo izquierdo, la imagen de la Virgen del Carmen y en el derecho la del Divino Niño.

Este mensaje está lleno de interrogantes, no creo que puedan ser muchos quienes nos lo quiten, pero hay un interrogante mayor:
¿Estaremos frente a una nueva categorización de la burla? Porque, sinceramente, uno termina pensando que para la Iglesia colombiana, existe una burla sagrada y otra infame.
Esperamos, que algunos sectores de la cristiandad, no conviertan a la primera en un nuevo Sacramento…



Ingrid Storgen.
Julio de 2007

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